- Te amo, se que no sabes quien soy. Es lo que pretendo, pero quiero que lo sepas.Y Daniela arrugó la carta, como si lo que le escribieran fueran tonterías.- Bueno, sera Caro que me quiere gastar una broma. - dijo Daniela con una expresion de indiferencia en la cara. Sólo que eso era, el principio.
_ Oye, mira lo que me mandaron ayer.
_ ¡Haber! - dijo Caro, con los
ojos chispeantes de curiosidad.- ¡Oh! ¡Que romántico!,
¿ de quien es?
_ Eso querria saber yo... - añadió
Daniela arrugando un poco el entrecejo.
_ ¡Oye, no me mires asi, que yo
no fui!- dijo un poco enfadada caro.
_ Si lo dices, te creo pero es que no
tengo ni idea de quien puede ser...
_ Yo te ayudaría, pero es que he
quedado con Carlos. - finalizó Caro, mientras que cogia su
mochila y se dirigia a la puerta.
Caro, la mejor amiga de Daniela. Rubia,
con un pelo lacio y sedoso. Alegre y espontánea, amiga de sus
amigas y especial hasta el punto de hacerte reir por tonterias. Y
Daniela, ingénua, estudiante y ciega por la amistad de Caro.
Dos chicas jóvenes, con un futuro por delante y sin ninguna
preocupación. Solamente el disfrutar de la vida, dia a dia.
_ Buenos dias princesa, soy yo de
nuevo. Estoy disfrutando del arte del anonimato desde mi ventana,
viendo caer las gotas de lluvia y pensando en tus preciosos bucles
dorados.
Daniela se levantó azorada,
solo por la intriga de saber si encontraría otra carta de
aquella persona todavia sin un rostro identificado. Y asi fue. Alli
estaba, un precioso sobre de color azul claro, perfectamente doblado.
Se sentó en la escalera del portal, y abrio emocionada su
carta. Desdobló cuidadosamente aquella carta tan bien
presentada. Y empezó a leer aquellas palabras, prefectamente
escritas con una tinta color azabache. Y finalizó la carta con
un largo suspiro. Casi emocionada. Ya que nadie le habia escrito
aquellas cosas tan bonitas.
Y asi, poco a poco acabó
acostumbrandose a la rutina de madrugar algo mas, para poder leer la
carta del día. Era ya casi como una obligación.
_ Mira Caro, la de hoy es preciosa.- y
saca de su mochila una pequeña caja decorada con un estampado
floral, donde metia todas las cartas de su romantico admirador. Y
caro empieza a leer con una voz dulce.
- “ Martes, otro dia de la semana
que pienso en ti. Como ayer, o como los pasados días, estas
rozando la obsesión.“
_ ¿ De dónde sacas tu los novios? - dijo Caro poniéndose en “ jarritas”.
_ No es mi novio Caro, ya me gustaría... espero que sea guapo sino vaya ciasco... - dijo Daniela.
_ Tía no digas eso.. lo importante es el interior, y te puedo asegurar que su interior es bueno.
_ Ya es verdad, tienes razón, pero si fuera guapo ¡muchísimo mejor! - finalizó Daniela mientras
cogía a su amiga de la cadera y para indicarle que se podían ir.
De nuevo fin de semana, papá se había levantado a lavar el coche como de costumbre. El padre de Daniela, se llamaba Omar, tenia 45 años . Era un hombre leal y robusto, aveces con mal carácter, pero era una persona muy cercana. Trabajaba en una importante empresa de textiles que había en Italia. Los padres de Daniela, se fueron a Italia un tiempo después de tenerla a ella, y estaban asentados en una finca, con grandes explanadas y unos inmensos árboles que en verano daban un cobijo fabuloso. Tenían una gran casa, de tres pisos, amueblada a capricho, con todo tipo de lujos, como Julia, la madre de Daniela había querido siempre. Julia era rubia con unos preciosos bucles de oro que caían ligeramente sobre sus hombros. Tenia la tez morena, ya que le encantaba la jardinería y siempre le daba el sol, aunque solo fuera de re filón. Diez de la mañana, Julia estaba haciendo el
desayuno. Olía tortitas, aquellas tan esponjosas que solía hacer mama los sábados. Y después un ligero aroma a café recién echo llego hasta el dormitorio de Daniela, aquella deliciosa mezcla de olores hizo que sus tripas se manifestaran. Así que Daniela no se lo pensó ni dos veces, corrió a coger su bata y atinó a duras penas a ponerse las zapatillas mientras bostezada y se estiraba. Se dirigió al baño se lavo la cara y se hizo de nuevo la coleta.
_¡ Buenos días mamá!- dijo Daniela dejando caer sobre la mejilla de su madre un delicado beso mañanero.
_ Buenos días cariño, ¿ tortitas o tostadas? - añadió Julia mientras le apartaba el flequillo de la cara a su hija y le daba un beso en la frente. A continuación se seco las manos al delantal y se apoyo sobre la encimera esperando la respuesta de su hija.
_ ¡ Tortitas obviamente mamá! Voy a por el periódico, subo ahora.
_ De acuerdo, ¿no tardes eh?
_ No no tranquila- y se Daniela se dirigió a la puerta cogió sus llaves y se marcho hacia el buzón de la entrada.
Pero ese sábado no había nada en el buzón, saco la revista de nuevas tecnologías de su padre que llegaba cada dos semanas y la de plantas y arbustos de su madre que era semanal. Por un momento le pareció muy extraño. Siempre había algo, hoy no. Hasta que de repente, algo cae de la revista de su madre.
Quedan dos horas. Dos horas para identificar aquel rostro. Era miércoles, el día que menos le gustaba a Daniela, ella decía que era un día que no servia para nada, estaba ahí por decir que había algún día entre el martes y el jueves. Estaba sentada enfrente de la fuente de su barrio. Justo donde aquella carta le había citado. La carta decía lo siguiente:
“ Buenos días Daniela, desde hoy quedan tres días y pocas horas para que por fin podamos vernos, cara a cara y saber si podre disfrutar de un te quiero recíproco. Te espero el miércoles en la fuente del barrio. Atentamente puntos suspensivos.”